La terapia para niños puede resultar beneficiosa, ya que permite trabajar aquellos aspectos que presentan dificultades y para los cuales los adultos se quedan sin recursos. En esta nota te presentamos las más usadas.
Terapia y adultez suelen ser conceptos que van de la mano. Sin embargo, existe cierto resquemor respecto a la salud mental infantil. Por eso, es importante conocer las distintas terapias y analizar cuál puede ser mejor en cada caso.
6 tipos de terapia infantil
Terapia cognitiva conductual: Los pensamientos se relacionan con las emociones, los estados de ánimo y la conducta. Esta terapia trabaja sobre los pensamientos y las creencias, para poder identificar aquellos que están distorsionados o sesgados y reemplazarlos por otros más funcionales y adaptativos.
Terapia de juego o ludoterapia: El juego se convierte en un recurso comunicativo que permite crear una atmósfera segura para la expresión de las emociones y el conflicto. De esta manera, haciendo como si fueran otros personajes o valiéndose de diferentes elementos, pueden exteriorizar sus miedos, preocupaciones e intereses.
Terapia familiar: implica a todo el grupo humano que rodea al niño. De este modo, se identifican patrones relacionales y dificultades en la comunicación que sostienen el conflicto.
Terapia de interacción padres-hijos: es una terapia breve, que retoma métodos operantes y recursos del juego. Considera que muchas de las dificultades surgen a partir de las interacciones con los progenitores.
Terapia de aceptación y compromiso: Se trata de identificar cuáles son las conductas problema, las situaciones que evita y los valores a los que se aspira. Se trabaja desde la acción comprometida, animando a dar pasos en la dirección deseada.
Mindfulness: esta técnica se basa en la meditación terapéutica. Está orientada al ejercicio de la atención consciente y plena. Contribuye a relajarse, al control de impulsos y a poner más atención antes de actuar.
Beneficios de la terapia para niños
Además del beneficio de intervenir a tiempo y evitar que el problema se agrave, la terapia para los niños permite adquirir recursos para desenvolverse con comodidad y seguridad.
Esto aplica a sus diferentes actividades y tareas, tanto en la escuela como en las actividades deportivas o en la relación con sus amigos. De este modo, se mejora la calidad de vida y se acompaña el desarrollo.
¿Cuándo es necesario considerar una terapia psicológica?
A medida que crecen, el desarrollo tiene sus propios desafíos. Dejar la casa para socializar con otros niños, ganar en autonomía para explorar el mundo y sentirse seguro, aprender nuevos conocimientos en la escuela. A eso le sumamos la situación singular que atraviesa cada familia. Por eso, al trabajar con niños y niñas, es importante mirar lo que acontece en el entorno general.
Es importante tener presente que se trate de conflictos que se presenten de manera prolongada y reiterada. Es decir, algunas situaciones son típicas de la infancia y demandan paciencia, pero no son alarmantes. Por ejemplo, es esperable que un niño oponga resistencia a irse a dormir si en la casa están sus primos y quiere seguir jugando.
Algunas situaciones que pueden requerir de intervención terapéutica son:
Dificultades a la hora del sueño: pesadillas, terrores nocturnos, cuando el niño se niega a irse a dormir.
Trastornos de la alimentación: como anorexia, bulimia, obesidad. Suelen presentarse en conductas como el desgano a la hora de comer o una excesiva preocupación por la imagen corporal.
Trastornos de eliminación: dificultades en el control de esfínteres.
Dificultades en el aprendizaje: se resisten a ir al colegio, lloran y se angustian. En ocasiones, se trata de una señal de problemas con un compañero o bullying.
Problemas vinculados con el ánimo: angustia, tristeza o depresión.
La salud mental empieza en casa
Un trato respetuoso, afectivo y cercano es una de las condiciones esenciales para favorecer la salud mental de los niños. Más allá del ambiente terapéutico, en el hogar hay muchas cosas por hacer para su desarrollo positivo. Por ejemplo, preguntar por sus emociones y validarlas, compartir tiempo de calidad, reforzar los logros, darles la seguridad necesaria para que conquisten autonomía, enseñarles técnicas de respiración para calmarse cuando están agobiados, permitirles tomar decisiones y dejar que se equivoquen.
Por último, se debe tener en cuenta que un niño es una persona en desarrollo; no hay nada acabado ni definido. De allí que acompañar con terapia sea clave como elemento preventivo.
Es decir, la salud mental es mucho más que el conflicto que se presenta en un tiempo y un lugar determinado. Se trata de la suma de los actos de todos los días.
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