Según datos de la Secretaría de Salud de la Nación, el 30% de los niños en edad escolar tiene sobrepeso y el 6% es obeso.
Nuestro país no escapa a esta epidemia mundial, que obedece principalmente a factores socio‐ambientales y culturales, patrones de consumo y al advenimiento de nuevos estilos de vida, como el creciente consumo de productos de bajo valor nutricional y alto contenido de azúcar, grasas y sal; la ingesta habitual de bebidas azucaradas y la falta de actividad física. Todos estos factores contribuyen a crear un “entorno obesogénico”, es decir, un ambiente que promueve la obesidad en las poblaciones.
Según el último informe publicado (2016) sobre este flagelo por UNICEF Argentina, junto a la Fundación Cardiológica Interamericana, en nuestro país, la obesidad afecta en mayor medida a los estratos económicos más desfavorecidos: los adolescentes de nivel socioeconómico más bajo tiene un 31% más de probabilidades de sobrepeso respecto a aquellos de nivel socioeconómico más alto.
En esta misma línea, la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que la causa de la obesidad infantil no se centra únicamente en comidas inadecuadas y en la disminución de la actividad física, sino que existen también factores socioeconómicos que impulsan esta enfermedad. Para los especialistas, algunos de ellos son la educación, el procesamiento, distribución y comercialización de los alimentos, e incluso la planificación urbana, el medio ambiente y el transporte.
Además, esta patología trae mayores riesgos de aparición de otras enfermedades. Aquellos menores que la padecen tienen un mayor riesgo de aparición temprana de enfermedades crónicas no transmisibles como hipertensión, diabetes, hipercolesterolemia, hipertrigliceridemia, entre otras afecciones.
Los niños, niñas y adolescentes están expuestos a una amplia oferta de alimentos de alto contenido calórico y bajo valor nutricional en las escuelas. En paralelo, y tal como señala la última Encuesta Mundial de Salud Escolar realizada en la Argentina (año 2012), se redujeron las oportunidades de realizar actividad física y aumentó el tiempo dedicado a actividades sedentarias durante los recreos. La escuela, donde los chicos pasan gran parte de su vida, se convierte en un entorno estratégico para la intervención de políticas públicas, frente a este contexto.
Algunos tips para los padres en el logro de una alimentación y nutrición saludable:
Incluir a los niños: sumarlos a la hora de comprar y preparar la comida, dándoles más responsabilidad sobre su alimentación.
Mantenerlos informados: es importante que entiendan para qué sirven los alimentos, sus funciones en el cuerpo y cuánto se necesita de cada uno.
Jugar: cocinar los alimentos de diferentes maneras, combinarlos y presentarlos en la mesa de forma atractiva. La familia puede jugar con las texturas, los colores y las formas.
Alimentación variada: es importante consumir todos los grupos de alimentos, aumentando principalmente el consumo de fruta, verdura, legumbres y cereales integrales y frutos secos o aceites en crudo.
Respetar las cuatro ingestas diarias: los niños están en edad de crecimiento y los alimentos deben distribuirse a lo largo del día para que el cuerpo obtenga de ellos los nutrientes que necesita (desayuno, almuerzo, merienda y cena).
Conocer el menú de la escuela: para poder complementarlo con el desayuno, la merienda y la cena.
Realizar actividad física: no alcanza con la actividad física que realizan en la escuela, son necesarios 60 minutos diarios.
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