Este nombre se usa para describir distintos trastornos relacionados con el tracto digestivo que tienen en común la inflamación. Algunos de los síntomas son la diarrea, el sangrado rectal, el dolor abdominal, la fatiga o la pérdida de peso. Conocé cómo tratar esta enfermedad para que no te genere mayores complicaciones para tu salud.

La enfermedad inflamatoria intestinal es una afección crónica que en la actualidad no tiene tratamientos curativos, por lo tanto, resulta muy importante aprender a convivir con ella.

Factores

-Condiciones ambientales, como la ingesta de alcohol o el consumo de tabaco.
-El estrés.
-La dieta.
-La contaminación atmosférica.
-Predisposición genética.

Estos y otros factores se combinan en un cuadro complejo, en el que existen diferentes mecanismos que pueden acabar generando una crisis.

Diagnóstico

Se realiza a través de una colonoscopia que permite la visualización de las lesiones del final del intestino delgado y del colon, y la toma de muestra de tejido o biopsia.

El problema radica cuando los síntomas son leves o se pueden atribuir a otras enfermedades y se hace un diagnóstico tardío. 

Consejos

No se ha identificado ningún alimento
que pueda desencadenar o empeorar la actividad inflamatoria. Sí es posible ayudar a controlar y minimizar sus efectos, prestando especial atención al momento de la enfermedad.

Durante la fase aguda:

– Evitar alimentos irritantes, como cítricos o picantes.

Tomar muchos líquidos para prevenir la deshidratación, incluso con la administración de un suero oral si las deposiciones son muy líquidas.

Evitar las comidas abundantes. Se recomienda realizar entre cinco y seis comidas diarias, descansar después de comer y el uso de la plancha y el horno para cocinar.

Pasada esta fase aguda:

Se puede comer libremente de todo, evitando aquellos alimentos que por experiencia propia uno no tolera bien. Es importante una dieta rica en fibra.

No es necesario evitar los lácteos. Solo quienes presenten intolerancia a la lactosa o en el momento de la fase aguda.

– Ejercicio físico: Ayuda a mejorar los síntomas, mejora la densidad ósea y reduce la mortalidad. La intensidad debe ser leve o moderada, predominando el ejercicio aeróbico e isotónico. También se pueden recomendar ejercicios de fortalecimiento del suelo pélvico.

– La combinación de probióticos y prebióticos, una prometedora opción:

El desequilibrio en el microbioma (que es el conjunto de microorganismos que vive en nuestro intestino), se ha relacionado con esta enfermedad. Por ese motivo, una de las vías que se está investigando aborda recuperar este equilibrio mediante el uso de dos productos: los probióticos y los prebióticos.

Los probióticos consisten en alimentos o suplementos que contienen microorganismos destinados a mantener o mejorar las bacterias “buenas” del cuerpo. Los prebióticos, por su parte, son alimentos, generalmente con alto contenido en fibra, que actúan como nutrientes para la microbiota humana (que es el conjunto de microorganismos que conviven simbióticamente con el nuestro), y que se utilizan con la intención de mejorar el equilibrio de estos microorganismos.


22 de septiembre de 2022
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