Frente a algunos hechos de la vida, algunas personas intentan calmar su ansiedad comiendo de la misma manera que otras lo hacen con el alcohol. Esta conducta puede no ser detectada en un inicio por ella ni por su entorno, pero a la larga conlleva graves consecuencias para la salud. Conocé más sobre el comer emocional y qué hacer para cambiarlo.
Comer emocionalmente es usar los alimentos para afrontar las emociones. Esto tiene una fuerte base biológica ya que los alimentos ricos en azúcares y grasas activan nuestro circuito cerebral de recompensa que aumenta el bienestar.
Como estamos diseñados para obtener más de aquello que nos causa placer, es posible que recurramos a alimentos muy específicos frente a distintas situaciones ya que no se trata de un hambre fisiológico sino emocional. Las diferencias entre ambos tipos de hambre, son:
Hambre emocional
– Es repentino
– Es urgente
– Se desean sabores o comidas específicas
– Elección automática de alimentos y distracción al comer
– Se sigue comiendo aún estando saciado
– Genera culpa, tristeza verguenza
Hambre fisiológico
– Es gradual
– Puede esperar
– Se satisface con distintas opciones
– Elección conciente de alimentos y atención al comer
– Se deja de comer con la saciedad
– No genera sentimientos negativos. Comer es una necesidad.
Causas
Los desencadenantes de esta conducta suelen asociarse con emociones negativas (ansiedad, estrés, soledad); aunque también puede ser una respuesta a emociones positivas como la alegría, la diversión y el enamoramiento y a situaciones diversas como el premenstruo, el insomnio o el cansancio.
Reacciones
– La conducta genera culpa por no haber podido controlar la situación a tiempo.
– Aumenta el riesgo de perpetuar un círculo vicioso donde, frente a una situación de angustia o algarabía, se recurre a “ese” alimento o preparación que nos da placer. Por ejemplo: tristeza = chocolate, tensión = galletitas, ansiedad = cualquier alimento y en cantidad.
Qué hacer
– Para evitar que el comer emocional se convierta en un hábito o desarticularlo si es que ya se estableció, es útil identificar las situaciones que disparan el uso de la comida como mecanismo de compensación y poner en práctica las estrategias para vencer este circuito pernicioso.
– Tener en cuenta que el cerebro también es muy bueno para aprender nuevas estrategias. Una vez que haya identificado los desencadenantes, entonces podrá averiguar qué va a hacer en su lugar. Romper un hábito disfuncional requiere el reemplazo por un nuevo hábito saludable.
– Para provocar un cortocircuito en su comer emocional identifique qué desencadena el comportamiento y adopte estrategias prácticas para desviar su atención hacia hábitos más saludables.
Algunas ideas para poner en práctica, son:
1. Conocer los detonantes. Durante una semana anote los siguientes ítems en el momento en que sienta la urgencia de comer “algo rico” ya:
Dónde está y con quién, qué hora es, cuál es su sensación de “hambre” del 1 al 5 (1= para nada hambriento | 5= terriblemente hambriento), cuál es su estado emocional.
Puede elegir entre las siguientes opciones: Qué estaba haciendo antes de la urgencia por comer, cuál es el alimento que eligió y la porción que comió.
Esto permite identificar las razones emotivas que pueden esconder el acto de comer y la elección que hace del alimento y la cantidad.
2. Tomarse 5 minutos. Antes de sucumbir al comer emocional, ponga a correr el cronómetro del celular durante 5 minutos. En ese tiempo: Respirar profundo y soltar el aire lentamente; beber líquidos frescos y sin calorías; dar un paseo, escuchar música; leer o llamar a un amigo.
3. Evitar tentaciones. En lo posible no tenga en su casa u oficina alimentos ricos en calorías, especialmente aquellos con los que suele perder el control.
4. Ser paciente. Reemplazar un circuito afianzado lleva tiempo. Es muy posible que las primeras veces continúe sucumbiendo frente a determinada emoción. Hacer consciente el proceso ya es un primer paso. Poner en marcha un “Plan B” y estar dispuesto a repetirlo con perseverancia son las claves del éxito.
5. Pedir ayuda. Hablar en un grupo de ayuda mutua o con un profesional para encontrar más estrategias es importante porque, en algunos casos, el comer emocional da paso a un trastorno alimentario por atracones en donde la necesidad de azúcares y grasas se multiplica siendo necesarias grandes ingestas para calmar la ansiedad.
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