Consumidos en su mayoría como aperitivos o en la preparación de postres y dulces típicos, son muchas las personas que excluyen a los frutos secos de la dieta diaria -quizá por miedo a engordar- sin advertir las innumerables propiedades nutritivas y energéticas que reúne este grupo alimenticio. Conocé por qué es tan importante incluirlos en nuestra alimentación.

Los beneficios de los frutos secos se prolongan todo el año ya que, además de ser muy sabrosos, son uno de los alimentos más completos de la dieta mediterránea.

Ricos en proteínas, fibras, minerales como el hierro, calcio, zinc, cobre, fósforo, potasio y selenio, vitaminas como la E, B1 (tiamina), B2 (riboflamina) y B6 (piridoxina), los frutos secos aportan al organismo ácidos grasos insaturados (mono y poliinsaturados), ideales en la prevención de afecciones cardiovasculares.

Útiles para grandes esfuerzos intelectuales, anemias y para mejorar el metabolismo, deberían tomarlos asiduamente los niños y los jóvenes.

¿Qué alimentos deberíamos consumir?

Entre los frutos secos más apreciados por su exquisito sabor y fácil consumo, se encuentran las avellanas que, junto con las almendras, contienen un alto contenido en calcio, mineral que ayuda al fortalecimiento de los dientes, formación de huesos y tendones, mejora la coagulación sanguínea combatiendo la fatiga y mejorando la actividad mental y la memoria. También contienen aceites beneficiosos para el corazón (oleico y linoleico) y fósforo que fortalece el sistema nervioso, reduce el colesterol y previene la formación de cálculos renales. A diferencia de la almendra, la avellana tiene más calorías, vitaminas E y B1, y se digiere mejor.

Ricos en hierro y en ácidos grasos, los maníes, pistachos y los piñones resultan muy beneficiosos en el tratamiento de anemias y trastornos nerviosos. Su alto contenido en vitamina E potencia las defensas, protege el funcionamiento cerebral, retarda el envejecimiento, acelera la cicatrización de quemaduras y previene los calambres. Los especialistas recomiendan su consumo en situaciones de estrés, durante la menstruación y en la menopausia.

Las nueces, anacardos y las semillas de girasol, son una gran fuente de ácidos grasos y proteínas que al igual que otros frutos secos, previene enfermedades cardiovasculares y la arterioesclerosis, además de mejorar la actividad sexual. Su contenido de selenio, protege el sistema inmunológico evitando la acción dañina de los radicales libres y potencia la acción antioxidante de la vitamina E, estimulando la producción de anticuerpos, evitando el cáncer y mejorando las funciones hepáticas y reproductoras. Su aporte vitamínico, dentro del complejo B, ayuda a la producción de glóbulos rojos y a la obtención de energía.

Pertenecientes al grupo de los farináceos, por su alto contenido en almidón, las castañas aportan al organismo un porcentaje elevado en hidratos de carbono, vitaminas del complejo B, y minerales como el potasio y manganeso. Este último, indicado en las etapas de crecimiento, ya que actúa como reforzante de los huesos, el pelo y la piel. También el manganeso está implicado en la síntesis de nuestro material genético, participando en la formación de importantes enzimas.

10 de febrero de 2022
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