Las altas temperaturas y la práctica de actividades al aire libre son razones suficientes para no descuidar la dieta. Como padres, es normal sentir una especial preocupación por lo que comen los hijos. ¿Qué tener en cuenta? Leélo en esta nota.
1. Introducir frutas nuevas
El verano es una época en la que se puede encontrar una amplia variedad de frutas frescas en el mercado. La mayoría son refrescantes, dulces e hidratantes, perfectas para el paladar de los pequeños. Por eso, aprovechá el momento para ofrecerlas con mayor frecuencia. Incluso, si los niños se muestran reacios, hay una gran variedad de recetas y platos que se pueden preparar con ellas.
2. Cocinar cremas de verduras y ensaladas
Las verduras y hortalizas aportan muchos nutrientes, y su presencia en la dieta está relacionado con un menor riesgo de padecer algunas enfermedades en la edad adulta. En verano, aprovechá a cambiar las verduras cocidas o las sopas calientes por otros platos adaptados.
3. Preparar helados caseros
Hacélos de forma sencilla y rápida, sin necesidad de comprar aparatos específicos. Los mejores sorbetes se preparan triturando sus frutas preferidas. Si gustan más los helados cremosos, podés elaborarlos con leche, leche de coco, yogur o palta.
El cacao, la vainilla o las frutas trituradas aportan sabor sin necesidad de colorantes ni de aromas artificiales.
4. Fomentar su participación en la cocina
El día a día durante el año suele estar lleno de rutinas y tareas diarias tanto para los padres como para los niños. Por eso, el verano y las vacaciones son un momento ideal para implicar a los más pequeños en la elaboración de los platos.
Promové su colaboración, para despertar su curiosidad e interés por la cocina, además de ayudar al desarrollo de los sentidos del gusto y el olfato. También aumenta la variedad y la calidad de su alimentación, y la cantidad de nuevos alimentos que están dispuestos a probar en un futuro.
Podés lavar unos tomates, cortar unas chauchas o batir unos garbanzos para preparar un humus. Se trata de divertirse y adaptarse a sus capacidades. Es ideal dejarse llevar por la imaginación y probar nuevas recetas y combinaciones de alimentos.
5. Compartir las comidas con los niños
Hacé de la dieta familiar el mejor ejemplo para los niños. En múltiples observaciones, el modelo parental se relaciona con una mayor ingesta de frutas y verduras por parte de los hijos pequeños y adolescentes.
Para ello, tené en cuenta lo siguiente:
– Sentarse a comer con los niños, dedicar el tiempo suficiente y que la comida sea un momento agradable.
– Poner a su disposición variedad de alimentos saludables, como frutas y verduras.
– No obligar a comer ya que pueden desencadenarse aversiones posteriores. Lo mejor es ofrecerlos de forma repetida.
6. Preparar platos ligeros
Las altas temperaturas se han vinculado con una disminución del deseo de comer, la tasa metabólica y la actividad enzimática relacionada con la digestión.
Elegí recetas ligeras, con pocas salsas, pocas grasas y con cocciones suaves de fácil digestión. Añadí frutos secos, pescado azul, legumbres o granos integrales para convertir los platos ligeros en opciones muy nutritivas.
7. Asegurar el consumo de líquidos
Animá a los niños a beber, ya que ellos suelen olvidarse de hacerlo; y más en verano cuando las temperaturas son altas y se mueven mucho más. Priorizá el agua o la leche como opciones habituales.
Las bebidas azucaradas, las colas o los zumos de frutas suelen tener mucho azúcar y pocos nutrientes. Su consumo está relacionado con mayores casos de obesidad y caries dental. Las bebidas energéticas están formuladas con ingredientes que no son adecuados para los menores.
En resumen, es primordial fomentar el consumo de frutas, vegetales y alimentos frescos. No hay que descuidar los horarios de alimentación y, en lo posible, es mejor ofrecerles recetas frescas y ligeras. ¡Tenélo en cuenta!
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